¿Por qué, si han pasado luego
casi todos los años de mi vida, oigo tu voz en el interior de una antigua casa
del barrio en que nací?
He salido a caminar sus
calles, esta mañana, atraído por una necesidad de recuperar imágenes y olores
de la infancia. Nada urgente, ni necesario: sólo el regodeo de quien camina
sobre el agua, nada más que por negar que haya milagro alguno en tan sencillo andar.
No es la casa de mis padres
sino un caserón que hoy luce abandonado como entonces, con muros derruidos y
ventanas cegadas por papeles de diarios antiguos como la casa, hojas
amarillentas, noticias marchitas de negociaciones de paz en París, guerras de
las que hoy pocos saben o recuerdan, instantáneas de una entre tantas masacres
en países remotos, inescrutables para un pibe de quince de los de entonces.
Pero es tu voz aunque suene
como un garabato del viento, un borrador de lo que luego sería, una composición
tema tu ausencia.
Huyo del barrio, busco calles
que cierren esclusas, salto sobre navidades y cumpleaños, busco el alivio de
los edificios altos, de las multitudes y los parques borrados por la niebla.
Pero eras vos, garabato,
borrador, ausencia.
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