Escribís como quien alguna
vez jugó a cortarse las venas y ya no pudo parar la hemorragia. Como el que
juega ruleta rusa creyendo que el tambor del revólver está vacío. Escribís porque
pensaste que era fácil: buscar las palabras que creías necesarias, hilarlas,
probártelas.
Y quisiste ver cómo lucían y
te paraste frente al espejo.
Y ese espejo no te reflejó. Había
otro donde debías estar vos. Y otro. Y muchos más.
Te costó entender que sin
embargo eras vos.
Tanto como te cuesta aceptar
que la sangre perdida era tuya y que sólo escribiendo no acabarás vaciándote.
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