lunes, septiembre 12, 2011

POCHOCLO


Anoche hubo en la tele interesantes debates en torno al 11-S y las teorías conspirativas. Un yanqui asilado en Argentina fue entrevistado en un canal y uno se creía su historia de camarógrafo primero contratado y luego perseguido por el gobierno de su país. En otro canal desacreditaban al yanqui y uno se creía ese descrédito, abonado por sesudas reflexiones de no menos sesudos analistas de la política internacional.
Lo que no está en cuestión, o sobre lo que parece haber cada vez mayor consenso, es que la política exterior de un imperio se construye sobre los escombros de muchas otras políticas de muchos otros países. Que este gigante cuya decadencia muchos detectan y muchos más quisiéramos que fuera cierta, camina sobre las ruinas de un mundo que él mismo destruye. Es el mismo torpe cíclope que aplaudimos desde las butacas del cine-catástrofe, ya por los efectos especiales, por el ritmo frenético de sus historias o por el bello rostro y el contundente cuerpo de la señorita protagonista.
Somos, en algún sentido y por causas que escapan a mi cada vez más menguada entendedera, espectadores de un Apocalipsis multicolor, sensurroundeado y tridimensionado al que asistimos más como ofrendas en el altar de los sacrificios que como simples espectadores masticadores de pochoclo. 

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