miércoles, noviembre 13, 2013

ORO

No es distinta de otras piedras. El hombre la recoge porque le ha llamado la atención la fosforescencia en la noche, un círculo azul en el césped del parque. La apoya en el cuenco de su mano izquierda y al instante la insensibilidad y el peso le revelan que ya es de oro. Espantado, la deja caer pero es tarde: un río de oro corre por sus venas, inunda sus cavidades y se estanca en su cerebro. Ya no ve ni habla ni piensa, sólo sueña.

Se ve internándose en el parque, recogiendo la piedra y en su sueño, que es el último, el hombre refulge como un extraviado sol de los desiertos.

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