Tu vida dará un vuelco –le revela la gitana al poderoso. –No conduzco autos, jajá- el jajá entre dientes de oro y el rubí en el anular de la mano del poderoso.
-Si te burlas, no sigo.
-Anda, mujer, acaba tu trabajo.
-Conocerás el amor y ese amor te despojará de tus riquezas.
-¿Qué amor es ése, que ha de robarme?- sombrío, ahora, el poderoso.
-Pero no todo está escrito: podrás elegir el odio y morirás rico.
-Soy feliz ahora mismo, con mi riqueza.
La gitana suspira, resignada.
-Fulminante como tu elección, te llega por mi mano la muerte- dice y clava en el pecho del poderoso el puñal que ocultaba entre sus multicolores polleras de gitana.
-El destino se copia a sí mismo.
Lo dice a modo de epitafio, con la resaca y el desencanto del sacerdote que con agua bendita salpica el maldito cadáver de Dios.
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